Ser periodista militante y ocupar las trincheras

Me llamo Alina Duarte y soy una periodista xochimilca, feminista, socialista, antiimperialista, anticapitalista y antifascista. Claramente no nací así, me hice, en defensa propia y de las y los míos.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que enuncié todos esos adjetivos juntos por primera vez, pero estoy orgullosa de hacerlo hoy en día y diariamente trabajar en ser lo más congruente posible con cada una de esas palabras que son mi motor.

¿Pero para qué sirve nombrarse así cuando a una periodista podría resultarle "contraproducente" hacerlo? Para desmantelar la idea de que la verdad es "objetiva". No, no lo es, las verdades no son absolutas, pueden ser argumentadas y debatidas con hechos, datos, cifras, pero siempre irán impregnadas de la consciencia, experiencia y contexto de quien las escriba. Y es por eso que abiertamente digo que desde ahí comunico, desde una trinchera feminista, socialista, antiimperialista, anticapitalista y antifascista.

Conmemoración del centenario del Pacto de Xochimilco entre Emiliano Zapata y Francisco Villa. Foto: Frente Autónomo Xochimilco, 04 de diciembre 2014.

Conmemoración del centenario del Pacto de Xochimilco entre Emiliano Zapata y Francisco Villa. Foto: Frente Autónomo Xochimilco, 04 de diciembre 2014.

Mi periodismo, advierto con plena honestidad, nunca beneficiará al patriarcado, al capitalismo, al imperialismo ni al fascismo. Hago periodismo combativo, para las y los históricamente oprimidos, periodismo de emancipación, que abrace la empatía, la solidaridad y al pueblo. Una vez dicho esto, les quiero compartir un poco de mí, con la esperanza de hacer eco en algún corazón, mente y sobre todo, hacer resonar alguna consciencia.

Ésta es una invitación a ocupar trincheras. 

Soy originaria de un lugar mágico del sur de la Ciudad de México llamado Xochimilco, específicamente de un pueblo en lo alto de la montaña llamado Santa Cecilia Tepetlapa. Para mí es muy importante decir de dónde vengo, porque así como mi vida está marcada por haber crecido en una familia de clase trabajadora y empática con las causas sociales, también está marcada por mi lugar de origen, un lugar donde aún existe tejido social a pesar de estar inmerso en una de las urbes más pobladas a nivel mundial como lo es la Ciudad de México. En Xochimilco, lugar de menos de medio millón de personas y reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aún existe la comunidad, los pueblos y barrios originarios que deciden con base en usos y costumbres a sus autoridades y el futuro de sus recursos naturales, es ahí donde crecí, formando parte de una comunidad que te abraza porque eres parte de una misma familia.

Aracely Osorio, madre de Lesvy Osorio, joven asesinada en Ciudad Universitaria, UNAM, en mayo del 2017. Al lado, con blusa y suéter rosa cargando una cruz, Irinea Buendía, madre de Mariana Lima, quien fuera asesinada por su esposo en el año 2010.

Aracely Osorio, madre de Lesvy Osorio, joven asesinada en Ciudad Universitaria, UNAM, en mayo del 2017. Al lado, con blusa y suéter rosa cargando una cruz, Irinea Buendía, madre de Mariana Lima, quien fuera asesinada por su esposo en el año 2010.

También me asumo feminista. En un país marcado por 10 feminicidios al día como lo es México, hablar de violencia de género es hablar de la vida diaria en nuestras casas, escuelas, fábricas, calles, hablar de violencia por doquier. No sólo nos atraviesa la violencia patriarcal como a millones de mujeres en el mundo, en territorio mexicano también nos atraviesa una guerra civil que falsamente fue llamada por Felipe Calderón en 2012 "guerra contra el narcotráfico" pero que en realidad fue una guerra civil que destrozó nuestro país y cuyas consecuencias las seguimos pagando todos los días, especialmente las mujeres, nuestros cuerpos de mujeres son traficados, violados, golpeados, violentados de una y mil maneras todos los días. Parece que ser mexicana implica que enunciarse feminista es sólo cuestión de tiempo, es tratar de evitar esa sentencia de muerte que se torna inevitable para ti y para las mujeres que te rodean. Lo descubrí violencia tras violencia, bala tras bala. Los nombres de las mujeres que más admiramos, queremos, amamos, se volvieron placas en monumentos y en las calles que exigen justicia.

Pero la violencia patriarcal no es la única, también está presente la violencia del capital.

Fue en Xochimilco donde vi cómo las grandes transnacionales arrancaban los empleos en los mercados de las familias de mis amigos, cómo los pequeños comercios iban cerrando conforme avanzaban las empresa, entendí que los beneficios del "desarrollo" no eran para las comunidades, sino para los empresarios. Por otra parte, también fueron esos megaproyectos los que me llevaron a ver y vivir de cerca la resistencia, no sólo en Xochimilco, sino en todo el país. Valientes por todas partes levantando la voz a riesgo de ser asesinados, y es que la vida había que defenderla a toda costa, porque de no resistir, la muerte sería la constante. 

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Me mudé entonces a Washington D.C. Aunque no había estudiado periodismo sino Relaciones Internacionales, había ejercido la labor de comunicar desde el 2012. En el 2015 comencé a trabajar para el medio latinoamericano Telesur y en 2017 me enviaron como productora a la corresponsalía de Washington, más de un año después comencé a trabajar como corresponsal. Y fue ahí cuando constaté que el imperialismo no era lo malo que había pensado que era. Era mucho peor.

Washington no es la excepción a la dinámica que el desarrollo del capitalismo nos había impuesto, comunidades indígenas, migrantes, negras, LGBTI, etc, siendo explotadas, asesinadas, acosadas y desplazadas sin importar que sean esas comunidades las que generan la riqueza de los más poderosos en el mundo. Washington D.C. es una ciudad marcada por el contraste de millonarios en autos lujosos por un lado y por otro, por personas buscando comida en la basura, muchos de ellos veteranos ahora considerados inservibles para la maquinaria de guerra. 

También fue en la capital estadounidense donde vi cómo la gentrificación le había arrebatado el título de "ciudad chocolate" y cómo era cada vez más difícil encontrar música "go go" en la ciudad a pesar de ser originaria de ahí. Pero ésto era sólo el comienzo.

"Marcha de los inquilinos", 12 de julio, 2017, Washington D.C.

"Marcha de los inquilinos", 12 de julio, 2017, Washington D.C.

En tres años vi, constaté y reporté de todo. 

A las afueras del Hotel Mandala Bay desde donde Stephen Paddock disparó contra una multitud que presenciaba un concierto country la noche del primero de octubre del 2017.

A las afueras del Hotel Mandala Bay desde donde Stephen Paddock disparó contra una multitud que presenciaba un concierto country la noche del primero de octubre del 2017.

Al día siguiente de la masacre de Las Vegas en 2017, las tiendas de armas estaban llenas. La muerte de 59 personas, incluídas el hombre blanco que perpetuó la masacre, Stephen Paddock, no había consternado a la ciudad.

Las balas en escuelas, centros comerciales y las disparadas por la policía contra la comunidad afroestadounidense, migrante, indígena y demás grupos vulnerables, constaté eran parte de aquel sistema. A dos cuadras de mi casa una noche las balas me sorprendieron, quien me acompañaba esa noche me dijo "reaccionaste muy bien como para ser tu primer tiroteo". "Tu primer tiroteo", no dejé de pensar en ello semanas enteras.

Para poder dimensionarlo, simplemente en el año 2019 hubieron 417 tiroteos masivos y 39 mil 453 muertes por armas de fuego según la organización Gun Violence Archive.

Durante mi estancia en Estados Unidos también vi cómo los huracanes golpean a la clase trabajadora y no a las mansiones, cómo la guerra se ha normalizado porque las bombas no caen en territorio estadounidense a pesar de ser el gobierno de este país uno de los implicados en ella. Vi el fascismo a los ojos, vi cómo la gente se tiene que armar para defenderse de nazis, del Ku Klux Klan, en pleno siglo XXI. Vi a la mamá de Heather Heyer derramar lágrimas por culpa de unos fascistas que le arrancaron la vida a su hija en el corazón de Charlottesville, Virginia. Ahí entendí que el fascismo no sólo continua vigente, sino que está creciendo y viene por nosotras y nosotros.

Lugar donde grupos supremacistas y fascistas asesinaron a Heather Heyer en Charlottesville, Virginia en agosto del 2017.

Lugar donde grupos supremacistas y fascistas asesinaron a Heather Heyer en Charlottesville, Virginia en agosto del 2017.

En el albergue para migrantes adaptado en el Deportivo Benito Juárez en Tijuana. Noviembre del 2018.

En el albergue para migrantes adaptado en el Deportivo Benito Juárez en Tijuana. Noviembre del 2018.

En esos tres años vi cómo con balas y gas lacrimógeno dispersaban a los que buscando huir de la violencia, pobreza y discriminación en sus países, eran atacados en la frontera sur estadounidense.

Fue entre esas y esos heridos, violentados, discriminados, asesinados, donde encontré que siempre había algo en común. Éramos mujeres, éramos migrantes, éramos latinos, éramos musulmanes, éramos árabes, éramos los que no hablábamos inglés como primer idioma, éramos los que proveníamos de países históricamente saqueados, éramos los que habíamos vivido en nuestros países golpes de estado o habíamos sido bombardeados. Éramos los silenciados, las y los desposeídos, la mano de obra que limpiaba sus casas y cuidaba de sus hijos y sólo una pandemia logró orillarlos a reconocernos como "trabajadores esenciales". Ya lo éramos y lo seguimos siendo. 

Somos los que estamos dentro de jaulas en los centros de detención, las que nuestro cuerpo es abusado y asesinado por la policía fronteriza. Somos los del color de la tierra, los que hablamos idiomas que no lograron colonizar, somos las que levantamos la voz a riesgo de ser asesinadas. Somos las y los que no callan y se rebelan. Somos las feministas, socialistas, antiimperialistas, anticapitalistas y antifascistas que siempre estaremos hasta que el mundo actual deje de serlo porque creemos en que caerá, en que lo tiraremos.

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A estas alturas creo que es claro que soy quien soy en defensa propia y del 99 por ciento de la población. Ocupo mi trinchera en el periodismo como espero que un día seamos millones de doctores, politólogos, arquitectas, ingenieros, sociólogas, diseñadores, artistas, todas y todos feministas, socialistas, antiimperialistas, anticapitalistas y antifascistas construyendo día a día ese otro mundo posible.

En esta lucha de clases, seremos nosotras y nosotros quienes venceremos.

Alina Duarte is an independent journalist who studied International Relations at the Faculty of Political and Social Sciences of UNAM (Mexico). She is also a graduate of the School of Political Formation “Buen Vivir” organized by the Ministry of Human Mobility and Foreign Relations of Ecuador (2013). She has dedicated herself to journalism since 2012, collaborating in various media outlets in Mexico, Venezuela, Honduras, Argentina, and the United States. As a journalist, Duarte has covered social movements and the political situation from the ground in several countries of Latin America including Chile, Ecuador, Venezuela, and Mexico. She was a correspondent for Telesur in Washington D.C. from 2017 to 2019 and she is currently a senior research fellow at the Council on Hemispheric Affairs based in Washington D.C. 

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Alina Duarte es una periodista independiente que estudió Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Es también egresada de la Escuela de Formación Política del Buen Vivir organizada por el Ministerio de Movilidad Humana y Relaciones Exteriores del Ecuador (2013). Se ha dedicado al periodismo desde el año 2012 colaborando en varios medios de comunicación en México, Venezuela, Honduras, Argentina y los Estados Unidos. Como periodista, Duarte ha cubierto movimientos sociales y la situación política de diferentes países en América Latina incluyendo Chile, Ecuador, Venezuela y México. Se desempeñó como corresponsal de Telesur en Washington D.C. del 2017 al 2019 y actualmente es investigadora senior en el Consejo de Asuntos Hemisféricos con sede en Washington D.C.